Relatos breves: "1982".-
La calle
cortada, algunos esperan de ambos lados en ese espacio donde las veredas se
confunden con las vías. En el asfalto habrá a lo sumo una fila de 2 o 4 autos
sin apuros. El tren se frena, estamos a pocos metros de los vagones. Mi abuelo
me agarra de la mano y me dice convencido y sin esperar: Vamos! No podemos atravesarlo al mismo tiempo, él pasa entre las
junturas de los vagones, un poco trepando, otro tanto saltando y me espera de
frente, tengo miedo, mucho. Construyo imágenes mentales, secuencias en las
cuales ese gigante de hierro se mueve y me aplasta o me lleva, no sé a qué cosa
le tengo más miedo; mi abuelo me dejó sin opciones, tengo que pasar… Luego de
dudar y esperar algún no sé qué, que no ocurrirá, con una mezcla de lentitud
apurada, tembloroso, comienzo a atravesar con un esfuerzo infinito un tiempo
que se me torna eterno; me restarán apenas cincuenta centímetros más que traspasar
de esta tortura, las manos de mi abuelo me alcanzan del otro lado, me dan tranquilidad, ya estoy salvado,
me quedo y me ayuda a saltar, por fin salimos de la zona inmediata de los
vagones. Miro atrás, ahora con cierto respeto y una impresión de orgullo. El
tren sigue detenido, gigante desde mi vista de cuatro años, con ese sonido de
miles de kilos de hierro que chocan, rechinan, tiran, sonidos que retumban cuando
se acomodan los vagones junto a cualquier mínimo impulso, movimientos de
centímetros que abundan en resonancias metálicas y que de a ratos se mezclan
con el silbido de la máquina. Nosotros seguimos.
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